Créditos: Caritas Internacional
Una intervención en la conferencia Laudato Si’
Buenos días y muchas gracias al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral por el privilegio de poder estar hoy en este diálogo.
Mi primer contacto con la Encíclica fue gracias a Manos Unidas, la ONG católica en la que soy voluntario y que, como miembro español de la CIDSE, comenzó a trabajar desde 2015 en la campaña «Cambio para el Planeta – Cuidado para las personas». Esta campaña se inspira en Laudato Si’ y uno de sus pilares es la creación de una red internacional de jóvenes voluntarios comprometidos con el cambio.
Desde el principio, se nos instó a conocer la Encíclica. Debo decir que el texto me pareció muy interesante, que conectaba directamente con los desafíos contemporáneos, con los jóvenes y con nuestra vida cotidiana, teniendo como centro el modo de ser cristiano y nuestro compromiso con nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más vulnerables. Sin embargo, confieso que al principio no aprecié el gran desafío que la Encíclica nos plantea a cada uno de nosotros. Laudato Si’ nos llama a pasar por un cambio radical, personal y único que, compartido con otras personas, centra nuestra vida en el amor al prójimo, entendiendo que todo lo creado por Dios es nuestro prójimo.
Laudato Si’ también nos insta a tomar en cuenta a la comunidad, a trabajar juntos por un mundo mejor y a tomarnos el tiempo para descubrir y aprender unos de otros. Este es un aspecto que quiero destacar de la campaña de la CIDSE. Gracias a la creación de redes, he conocido otras organizaciones y he compartido experiencias y preocupaciones, participando activamente en una multitud de acciones. Hoy estoy aquí en nombre de esa red internacional de jóvenes.
La primera experiencia compartida fue durante la COP21 en París en 2015. Fue un momento histórico muy importante ya que la Encíclica acababa de salir y las Naciones Unidas adoptaron la Agenda 2030 y los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). Posteriormente, participamos en otras actividades como el campamento internacional de Casa Velha en Portugal en 2017, seminarios web y el campamento «Let’s (Be) the Change» (Seamos el Cambio) en Bélgica en 2018. Me impactó especialmente la «Marcha por el Cambio», una peregrinación de 17 km que hicimos a Fátima para asistir a la Vigilia y la Eucaristía celebradas por el Papa.
Después de estas experiencias, los jóvenes que participaron se dieron cuenta de la importancia de trabajar en red y de replicar localmente las acciones que habíamos desarrollado junto con la CIDSE y por eso, desde nuestro compromiso personal, quisimos que el mensaje de la Encíclica llegara a las personas que nos rodean. Por ello, hemos organizado un concurso de fotografía, exposiciones en universidades y video foros con el documental “Stories of Change” (Historias de Cambio), una nueva narrativa que, a partir de Laudato Si’ y de las historias de cambio de diferentes personas, ayuda a tomar conciencia de que podemos vivir de una manera diferente. Además, en España, en menos de 10 días, organizaremos una campaña de sostenibilidad en torno a Laudato Si’ para que más jóvenes escuchen el llamado a unirse a esta conversión ecológica propuesta por el Papa. También a nivel individual he podido involucrarme en otras iniciativas como la organizada por el Movimiento Católico Mundial por el Clima, convirtiéndome en defensor de Laudato Si’.
Pero lo más importante de estas experiencias no es la acción en sí misma, sino el compromiso que cada uno de nosotros está asumiendo en su papel de cristianos activos en la sociedad y en relación con el cuidado del planeta, centrando nuestra vida en el amor a Dios y a la Creación. Para mí, este es uno de los mensajes más hermosos que nos ofrece la Encíclica.
Finalmente, si tuviera que resumir lo que el Laudato Si’ ha significado para mí en estos tres años, podría decir que ha sido un camino hacia mi propia conversión ecológica interna, que me ha ayudado a ser más consciente de mi compromiso con los demás como católica, tanto con las personas como con «nuestra casa común». Este descubrimiento gradual ha provocado un cambio integral en mi forma de vida que va más allá de tener buenas prácticas de sostenibilidad como el reciclaje o el ciclismo. Se trata de vivir con una escala de valores diferente y la Encíclica ha sido la herramienta que ha guiado mis pasos y me ha impulsado a actuar y comprometerme a ser un agente de cambio en mi círculo, en mi familia y en mi trabajo y a ir aún más lejos a través de la creación de redes para sentirme parte de un movimiento global de compromiso con el cambio. No es una moda pasajera, es el verdadero desafío que nos plantea el Papa a ti y a mi: ser conscientes de la responsabilidad de lo que está sucediendo en nuestro planeta y ser participantes activos en el cambio hacia un mundo de amor.